Palabras inertes, risas etéreas, se escuchan en el firmamento.
La amarga sangre incorrupta de tu materia empaña tu silueta, destruyendo tu propio aliento.
Tempestades en tu alma, aclaman sin cesar la retórica de tu adviento.
Cortinas de humo ciegan el deleite de mirarte, marchitando tu parentela ante el embrujo que quema tu mente y embriaga tu ser.
Resentimientos por doquier se asoman por la inhóspita cumbre de tus sentidos.
Sepulcro blanqueado que en tu alma florece, dejas de existir lentamente como un recuerdo sin precedentes.